Cuando nace un niño tiene muchas capacidades prestas a desarrollarse o desplegarse. Porta él un gran potencial, pero ese potencial puede desaprovecharse si no recibe del medio circundante un conjunto suficientemente rico de estímulos.
El desarrollo del individuo está, en primer término, en función de su estado biológico y neurológico en el momento de nacer pero, más adelante, la acción del medio pasa a ser fundamental. No es que la acción del medio pueda hacerlo o deshacerlo todo, pero sí incide considerablemente para que, dentro de los límites impuestos por la situación biológica y neurológica, el desarrollo del individuo sea más o menos significativo.
El desarrollo de las capacidades cognitivo -emocionales, desde la más temprana infancia, contribuirá a que el niño pueda estar en las mejores condiciones para aprender. Tal como se refiere en el informe La educación encierra un tesoro, presentado a la UNESCO.
"Se ha podido comprobar que los niños a los que se les imparte una educación destinada especialmente a la primera infancia están más favorablemente dispuestos hacia la escuela y es menos probable que la abandonen prematuramente que los que no han tenido esta posibilidad”.
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